martes, 23 de diciembre de 2014

Morro de cocodrilo

Qué poco nos cuesta enfadarnos, qué rápido tendemos a pensar y a sentir que vamos a ser vulnerados, que los demás están en contra nuestra.

Nos cuesta o no nos gusta dar dos vueltas a la cabeza o simplemente volver a preguntar si detrás de esas acciones hay una intención contra nosotros. Somos egocéntricos. Cuánto nos gusta pensar que detrás de las acciones de otros u otras está nuestra persona, para bien o para mal.

¿Por qué no hacemos honor a Descartes, y dudamos?, "¿y si no tiene nada que ver conmigo?", "¿y si la circunstancia lo/la ha forzado a ello?" y otra infinidad de preguntas que podríamos hacernos; o por qué no, hacer a la otra persona.

Curiosamente y a pesar de lo que nos dicen (no lo que nos hacen ver, pero eso lo dejaremos para otra entrada) cuando vemos que un problema de este tipo nos surge con alguien poco tardamos en dejar de hablarle, cuando la solución a nuestra frustración está en mostrar algo de interés hacia la otra persona.


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